Leer el texto.
Título: Exotismo y fuga del concepto de regreso al origen. Su banalización.
Autor: Jan Kislo*
*Todos los derechos reservados.
Año: 2009
PERIODISTA:
– ¿La aparición de nuevas herramientas tales como la cámara digital…cambiará el trabajo de los etnólogos?LEVI-STRAUSS:
– …cuando yo ejercía en la investigación, el grabador todavía no existía. Nació durante la última guerra. Es cierto que yo tenía entre las manos una pequeña cámara que manejaba como amateur, con película de 8 mm. Rápidamente la abandoné, porque era necesario elegir entre mirar intentando comprender o ver con el ojo fijo en el objetivo de la cámara para tratar de hacer un buen encuadre. Para mí, el equipo ideal es un cuaderno de notas y un lápiz. Pero debo decir que si tuviéramos aunque sea un cuarto de hora de película hecha en la Atenas del siglo V antes de nuestra era, comprenderíamos más de Grecia que todo lo que se escribió sobre ella desde el Renacimiento…PERIODISTA:
– ¿La observación no sería más objetiva con la utilización de este material? ¿El hecho de tener que trabajar sobre datos escritos recogidos por otros no dio lugar a distorsiones subjetivas?LEVI-STRAUSS:
– Pienso que nada cambiaría. El hombre que estuviera detrás de la cámara también influiría, nada más que con su elección: ¿Qué elegiría mirar, que intentaría escuchar? Sería similar, siempre habrá un intermediario humano…-Entrevista de Michel Zlotowski a Levi-Strauss el jueves 24 de abril de 1997, en el suplemento “Cultura y Nación”, del diario Clarín-
Hito Uno:
El primer indicio de aceleración tendiente a identificar el proceso de reconstrucción de hitos fue el mero trámite iniciado en dependencias del Ministerio de Cultura. Allí entre otras cosas se debía ser riguroso en la presentación. No habría aportes de ninguna clase si no estaban cerradas todas las puntas de cualquier intento por conseguir financiamiento. Sabemos lo complicado que se vuelve obtener aportes privados en este momento y sobre todo por sus implicancias de dilapidación de tiempo, de usurpación de proyectos ajenos y más que nada por lo pauperrimo en que se ha transformado cada pequeña vuelta de tuerca en torno a conceptos que hasta hace poco parecían iniciar cambios paradigmáticos. Luego de recorrer más de once empresas estábamos entendiendo la profundidad de la crisis.
Teníamos datos difusos. Un montón de reseñas de la época. Algunos textos perdidos en el interior de cuentos de viajeros. Algunas referencias brindadas por Grete Stern y poco más. Claro que acorde a como venía al configuración del plantel que viajaría quedaba visible la enorme expectativa en aquel manojo de fotos resguardadas por el Director del proyecto.
Las directivas fueron variadas y cada integrante del equipo las recibió por separado en sendos sobres que llevaban como única leyenda exterior una referencia a la Fundación para la Protección de Fotografías de origen Etnográfico-Antropológico.
La carta de invitación no decía demasiado: «La Fundación para la Protección de Fotografías de origen Etnográfico-Antropológico invita a Ud. a participar de la expedición en homenaje a los 50 años de la aventura iniciada por Máximo Guidone en su incursión a Cerro Grande. Convencidos de que en base a la ejercitación de la memoria y el homenaje debido a nuestros grandes hacedores estaremos en camino a la elaboración de un nuevo criterio de búsqueda de soluciones a las problemáticas de hoy donde se vislumbra necesaria la implementación de una metodología de re-pensamiento de los ciclos exitosos que nos llevaron a situarnos en los albores del modernismo, situación que añoramos y que interpretamos como urgente para el mundo científico, no como un retorno al pasado sino como un desafío de encuentro de nuevas vías de expansión hacia el futuro con más su característica fundamental de llegada al plano social«.
Hito Dos:
En los galpones del puerto estaba todo listo para la partida con rumbo a Cerro Grande. Éramos no más ni menos de 50 expedicionarios invitados, que al momento de partida fuimos exactamente 43 ya que siete dejaron sus ánimos de aventura para otra oportunidad y permanecieron en el muelle. Un extraño sentimiento nos invadió a quienes habíamos optado por mantenernos embarcados en el proyecto. El Director no condenó a los siete desertores sino que al contrario los mencionó como posibles relatores de un tiempo no vivido. La extrañeza de varios se debió a la denominación como “desertores” de aquellos siete cuando en realidad estábamos ante un evento de orden voluntario y sin ánimo de lucro ni tan siquiera de intención de aplastamiento alguno sino apenas como una cuestión ligada a situaciones personales de auto-superación.
En los días previos al inicio de la temporada de lluvias nos fuimos aproximando a la caravana. Adelante y a modo de líder improvisado -su tranco en los montes no era demasiado convincente en cuanto conocedor de la zona- el jefe de la expedición llevaba el ritmo de la caminata. Nadie parecía advertir que su paso enérgico ocultaba sin embargo algo de temor ante lo nuevo que aparecía a cada tramo en los recovecos de la espesura vegetal. En definitiva no era el único. El nuestro era un grupo extraño a decir verdad. Un par de antropólogos, dos camarógrafos que todo el tiempo marcaban su distancia con los tres fotógrafos y que el resto no entendía. Para nosotros eran todos iguales. El mismo chaleco, la misma barba pero sobre todo la misma pasión por las imágenes, eso se veía, se notaba. Igual ellos insistían en mantenerse alejados y quejosos de sus pesados equipos. Unas veinte veces escuché mencionar el tema de las baterías y su agotamiento, hasta que ese detalle se esfumaría como varias de otras resonancias.
La inmersión en la noche verde nos tenía a todos excitados y pendientes de los movimientos de nuestro líder improvisado luego de la renuncia de Igor Brurmann. Estábamos atados a sus indecisiones. Nada peor decía Miguel en tales circunstancias. El tipo no solo no sabe adonde nos está llevando sino que tampoco parece dispuesto a consultar a nadie por puntos de vista. Lo extraño es que sus indecisiones denotaban apenas pequeñas instancias de duda. Su mirada final era contundente. Tiene su mapa poblado de asteriscos como si eso indicara algo, y las fotos. Tanta insistencia con llevar las fotos. Lo único que cuida con vehemencia son sus cartones como tapas que protegen extrañamente a esas tomas blanqui-sepias, que -es evidente- adora. Cuando nos detenemos a descansar se apoya en algún lugar del monte y en absoluta reserva y soledad lo vemos repasar su pilón de fotos. No parece conectar con ellas de un modo excesivamente personal, hay en su gestualidad un carácter científico que no entendemos. Su perfil no es de un científico avezado y rimbombante al estilo de aquellos que supimos conocer en la expedición al Lago Bramaloa. Más bien lo vemos básico y disperso, pero en cuanto a su estarse con las imágenes -que adora- tiene actitudes que nos sorprenden.
Fue el ruso Kolmanoff quien en primer término se refirió a lo que estaba sucediendo en tono de una otredad difusa, pero siempre amenazante. Se pasaban la ficha entre él y Luciano que reía a más no poder y elaboraba frases compuestas en las cuales descomponía los dichos de Levi-Strauss e incluía en su juego al apellido. Lo rimaba con levedad, peronismo, extravismo, romanticismo, parquedad y vocablos similares. Remataba siempre insistiendo con su chiste fácil que todos detestaban «lo que sucede es que es otra edad» -decía- y cerraba con grandes carcajadas insistentes en el mismo remate cada vez con el juego en la memoración de los detalles de la tarde en que perdimos a Brurmann y cada uno aceptó el riesgo según sus propias ambiciones.
Hito Tres:
El Director devenido en improvisado líder de caravana nos leyó esa tarde un texto que entendió necesitábamos. Era un texto de Alcida Rita Ramos, Profesora de Antropología de la Universidad de Brasilia. Su texto llevaba por título Lo Exótico no está en Casa, y nos resultó más que interesante, -decía: “Aunque esté estrechamente relacionado con el esencialismo, el exotismo tiene una lógica propia. Como en el caso del colesterol, es posible identificar un exotismo negativo y uno positiva. El exotismo negativo resulta del abuso político de la alteridad, sea ésta directamente extraída de prácticas nativas sacadas de contexto» o en «descripciones» etnográficas distorsionadas (un icono de mal exotismo es la imagen del Yanomami creada por varios autores que siguieron las huellas de Napoleón Chagnon). Inversamente, el lado positivo del exotismo afirma que la diversidad cultural es fundamental para rebajar al occidente bombástico que posa como ganador, frente al resto inútil, tomado como perdedor.
Cuando promueve un movimiento hacia la otredad constructiva, el exotismo se despoja de su -ismo junto con la virulencia política y ética y, como una bandera de la diferencia afirmativa, se transforma en una herramienta legítima para contrarrestar a la afectación hegemónica y al complejo de superioridad de las sociedades mayoritarias.
¿Existe el exotismo en casa, o sea, involucrando minorías nacionales, o solamente aparece cuando hay una distancia física considerable entre el exotizador y el exotizado? Tiendo a concordar con Peter Masón (1998: 148) cuando sostiene que «lo exótico no está en casa» porque «la presentación de lo exótico necesariamente implica desplazamiento y despegue«. Quisiera, sin embargo, añadir mayor complejidad a este argumento. La coexistencia histórica de sociedades nacionales con sus otros internos tiende a erosionar el sabor exótico que los rasgos culturales tuvieron en el pasado. El proceso de metabolización cognitiva y afectiva de las diferencias domésticas desgasta el sentido de separación que caracteriza la mirada exótica desde lejos. La maldición de la corona de plumas ilustra este punto. Diferente de la distante fascinación o la repulsión que caracterizan la reacción de un distante observador de diferencias, los brasileños que ora creían en, ora se mofaban de los poderes ocultos del artefacto, lo hacen involucrados de una manera que puede llevarlos a la participación. Este proceso de participación, sea intencional o no, señalaría el pasaje del exotismo al esencialismo. (Alcida Rita Ramos).
Aquella visión acerca del Exotismo nos llevó a varios a reflexionar durante nuestras incursiones paralelas durante la caminata. La gran mayoría estaba dispuesta a llevarse la experiencia por delante. Así de perdida estaba la nueva generación de investigadores. Importaba más cumplimentar los trámites administrativos que lograr verdaderas experiencias innovadoras con su consecuente ánimo de responsabilidad absoluta en el manejo de la información obtenida, en la habilitación de los permisos oficiales y en un registro profesional sin baches.
Hito Cuatro:
Nuestro equipamiento se había vuelto obsoleto en el tercer puesto del recorrido cuando ya nos hallábamos inmersos en lo profundo del territorio continental. Aquel día Elvis Bandeira -nuestro guía- olvidó mencionar que atravesaríamos (de refilón dijo después) el pasaje rocoso donde se hallaban los afluentes de azufre. Cuando traspusimos el sector pudimos observar como todos los geo-localizadores dejaron de funcionar. Para un grupo como el nuestro donde quien más quien menos se aferra a los artilugios tecnológicos aquello fue devastador. Cada uno de los equipos fue alcanzado por el vapor de las grietas sulfatando los circuitos de cada aparatejo en un proceso que duró alrededor de cinco días y todo sin que nos diéramos cuenta de inmediato a excepción de los geo-loocalizadores que dieron fallo de manera inmediata. Estarnos sin tecnología que nos haga de soporte no era un tema que nos resulte liviano. No era un dato menor ya que debimos continuar la expedición sin nuestra referencia con lo conocido. Perdimos ese día la tranquilidad que nos acompañaba desde el inicio de la travesía. Bastaba verlo al británico golpeando suavemente sus aparatos contra las rocas a las cuales hasta parecía elegirlas por su dureza para luego dar pequeños y tiernos golpes en una búsqueda desesperada por lograr la reactivación de los mecanismos y que algo apareciera en el display. Nada de eso pasó. Poner todos los equipos al sol según sugerencia de Pierre Monamieux no sirvió de nada. El sol al contrario parecía generar un extraño vapor con profusión de aromas artificiales como cuando se quema un plástico en medio de la noche.
Avanzando de jornada en jornada, a todos nos intrigaba el manojo de fotos. ¿Qué tenían esas fotos? ¿Que había allí que fuera tan importante como para no compartirlas con todos nosotros? Lo que si pudimos ver en un descuido fue que eran todas fotos muy antiguas, eso lo deducíamos por su formato. Tomadas en blanco y negro aunque sin detalles de lo negro y más profusas en cuanto a lo blancuzco de su cualidad de superficie. En solo una de ellas -la superior- noté un agrupamiento de personas pero nada más, pero ni tan siquiera pude estar seguro de ello ya que un brillo en diagonal hizo que dudara en cuanto al amontonamiento sin saber si aquello fue una sombra proyectada por la hojarasca cercana o en verdad una toma de aborígenes tal como las fotografías que conocíamos de Grete Stern o de los demás etno fotógrafos que realizaron su trabajo sin tener demasiada noción de lo que llevaban a cabo más que la pasión por la indagación en nuevos usos y costumbres. En definitiva cuando todo aquello ocurría un nuevo mundo se estaba gestando, con todo lo que le corresponde, a saber: altísima cuota de experimentación en medio de una formidable cadena de causas y consecuencias que gentilmente fueron catalogadas como revolución industrial pero que más tuvo que ver con pasiones hegemónicas y una ambición desmedida.
Intenté captar detrás de aquel reflejo algo reconocible pero no logré más que profundizar mi crisis de observador ya que, cuando me acerqué apenas otro poco, él sin titubear y sin demostrar ni un poco de inquietud guardó en un rápido movimiento todas las imágenes. Me miró mientras ponía el segundo cartón sobre los papeles y dijo displicentemente -seguimos.
Esa tarde caminamos directamente a la base misma del Cerro Grande. Pero no lo sabíamos. La magnitud de los árboles y la pesadez creciente de un calor corpóreo nos envolvía haciendo imposible la mirada en distancia. Sabíamos que lo que perseguíamos estaba cerca.
Hito Cinco:
Un momento inexplicable aconteció cuando al llegar a los lados de un angosto y torrentoso arroyo frenó su andar muy decididamente y levantando el brazo izquierdo hizo que toda la columna se detenga detrás de él. Miró hacia ambas márgenes y recurrió de manera inmediata a las fotos. Las observó todas repetidas veces hasta detenerse en una de ellas. Luego volvió a mirar los alrededores y a la vez que guardaba las fotografías nos hizo una seña muy concreta de que lo sigamos hacia donde el marcaba. Así recorrimos un sector plagado de piedras en formación vertical que asemejaba a una pared inconmovible. Pero, para nuestra sorpresa él llegaba hasta la pared misma y apartando con mucha soltura la vegetación lograba encontrar pasajes por entre aquella estructura natural. Completar ese tramo nos llevó varias horas, pero aun conscientes de lo extraño del lugar seguíamos adelante y por primera vez todos sentimos que su liderazgo no estaba en riesgo. Verlo avanzar -ahora- con semejante naturalidad nos tranquilizó y pudimos entre otras cosas disfrutar un poco más de lo que estaba sucediendo.
En día veinticinco de travesía ya habíamos avistado la base del cerro. No sabíamos cuánto camino recorrimos ni tampoco dónde estábamos con exactitud. Ante alguna que otra pregunta por parte del grupo solo atinó a mencionar que confiáramos en él y que si algo salía mal o algún percance le afectaba ya sea por enfermedad o accidente que protegiéramos a brazo partido las fotografías.
Los fotógrafos ya habían abandonado sus equipos en el campamento armado a base de una vieja estructura de helicóptero que encontramos en la vegetación. Allí quedó todo el equipamiento digital. Uno de los italianos mencionó su escepticismo respecto de la misión ya que si llegábamos a encontrar la senda final no tendríamos chance de registro. Sin embargo nadie dudó en que debíamos seguir aun pese a semejante detalle. Los más abatidos eran los enviados de Occidental Geographics quienes habían recibido una abultada cantidad de dólares para realizar aquel viaje y debían volver con imágenes a Nueva York.
Estábamos cansados de la comida en tabletas. Aunque ellas se llevaban gran parte del merito en nuestra capacidad de sostener el ritmo. Aquellas tabletas habían sido diseñadas para largas temporadas en lugares inhóspitos y contenían componentes que desconocíamos absolutamente. Nadie investigaba mucho, las embebíamos en agua y las comíamos como si se tratase del más rico menú. En ningún momento tuvimos escasez de agua, la cual recorría todo aquel territorio en cuanto formato fuera posible. En pequeñas y cristalinas vertientes, en rápidas cascadas que bajaban por los murallones y hasta en climáticos ojos de agua en medio de la espesura.
Hito Seis:
La mañana del día 26 llegamos a la base del cerro. Nuestro líder, director o místico guía se ubicó sobre las ramas de un gran árbol caído y nos habló. Transmitió su convicción de lo acertada de la expedición y de que nos hallábamos ante una instancia única, que debíamos mantenernos firmes en el propósito de ahondar conocimientos y que si todo salía bien volveríamos saciados de emociones y sabedores de una instancia exitosa. Todos asumimos que estábamos ante una instancia de máxima exigencia. El silencio se apoderó de todo el grupo y nos dispusimos al descanso de la noche previa al gran día. En torno al fogón preguntó quienes eran los más dispuestos a mantener el ritmo de las anotaciones y a no cesar en el registro mediante dibujos. Una nueva estructura desarrollaba su hacer científico de un modo aún más primitivo que la expedición original cincuenta años atrás quienes al sortear el sector de los afluentes de azufre al menos llegaron con sus cámaras en perfecto estado.
Aquella noche tomó uno de sus cuadernos y nos leyó apuntes de Grete Stern. Ella decía así: «…En los viajes que describo visité muchos grupos de aborígenes o indios que viven allí. En 1959 y 1960 enseñé fotografía durante un año en la Universidad Nacional del Nordeste, en Resistencia, capital de la provincia del Chaco. En esa oportunidad tuve ocasión de conocer a los aborígenes de la zona, indios tobas que vivían en pequeños grupos en las afueras de la ciudad. Al principio, casi todos esos indios tenían miedo de dejarse fotografiar y escapaban. En algunos casos, después de conversar con ellos -o de enseñarles fotografías de otros aborígenes-, se convencían de que mi uso de la cámara no les haría daño y me permitían hacer la toma. Pero a veces, para tener más seguridad ante la cajita negra, solo permitían que los fotografiara si tenían una Biblia entre las manos«.
Al amanecer nuestros ojos no daban crédito de lo que veíamos. Una enorme trama de senderos recorrían la selva de lado a lado transformando el paisaje en un conglomerado de frondosos túneles que lograban transmitir un clima inquietante sobre cada uno de nosotros. El silencio era tan profundo que hasta el más mínimo chasquido ponía un eco en la mañana.
Nuestro improvisado líder volvió a abrir sus cartones y recorrió las fotografías una a una. Tomó uno de los senderos y caminó firme sobre las matas aplastadas por la acción de algún extraño sistema.
Luego de caminar durante largo rato llegamos a una mínima construcción con resabios de arquitectura española. Se asemejaba mucho a una pequeña casita de pastoreo. Con paredes blancas y techo de paja tenía al frente una breve galería y ventanas a sus costados. La puerta estaba abierta y dado que el espacio era apenas contenedor fuimos ingresando de a grupos de dos o tres. En el centro de la escena había una mesa con lo que parecía un álbum de fotos. Cada uno de nosotros se fue sentando en la silla ubicada frente al álbum y con pausa acorde a cada formato mental el álbum fue recorrido de inicio a fin.
Las fotografías retrataban cada uno de los puntos complejos de nuestro viaje. En blanco y negro y sin más datos que algunas escrituras con lápiz de grafito las fotos nos mostraban a todos en escenas íntimas. Como si un fotógrafo que nunca vimos hubiera estado realizando el viaje con nosotros y nos hubiera retratado en escenas cotidianas sin que nos hubiéramos percatado de su presencia. Aquello era definitivamente imposible.
Solo entonces nuestro líder apoyó sobre la mesa su manojo de imágenes blanquecinas y recién en ese momento permitió que pudiéramos verlas. No vimos nada. Eran todas secuencias tan blanquecinas que no se adivinaba más que manchones grises sin ninguna instancia morfológica reconocible.
Fotografía Nº 7: Anotación en grafito. Puede observarse un agrupamiento de personajes ávidos por encontrar restos de civilización. No les queda claro para qué avanzan en la selva ni tampoco hacia donde. Su inexperiencia en modus vivendi los posiciona como verdaderos embusteros que para detonar como tales solo necesitan la presión necesaria, en casi todos los casos puesta por organizaciones sostenidas por subsidios estatales sin control.
Sin entender mucho lo sucedido nos alejamos de la cabaña. Habíamos puesto a resguardo el álbum y cada uno elaboro la cosa como pudo. Aquello no entraba en nuestro orden. Metodológicamente acostumbrados a no dar crédito a ninguna clase de mística aquella era una demostración de poder que no estábamos demasiado dispuestos a aceptar. Así y todo algunas cosas estaban a punto de desencadenarse y lo sabíamos, tal vez por ello el silencio era mayor.
Aquella misma tarde iniciamos el regreso hacia el poblado de Norteño de Mineral. El silencio en la caravana era pesado como la misma tarde y su efecto de transportación a estados más cercanos a una pacificación inmediata que a la verdadera instancia caótica que nos gobernaba.
Atrás habían quedado las horas de incertidumbre, las peleas por el uso del último mensajito de texto que acorde a los resultados del sorteo fue utilizado por Fermín para avisar a su familia que no olvidaran de alimentar al gato. Atrás habían quedado los días de inspección por los que atravesó cada uno en aquella circunstancia de inmersión en lo desconocido.
Hito Siete:
Las conclusiones del viaje se pueden leer en el espacio dedicado a tal fin en el tomo 23 de la Enciclopedia Francesa de Ciencia y Naturaleza en su apartado “Registro de viaje a Cerro Grande, una legitimación de los procesos de hoy para la obtención de nuevos recursos a partir de instancias pasadas”.
El 28 de marzo un equipo de técnicos y profesionales de distintas áreas se congregó en el hotel Victoria para anunciar los cambios de abordaje en las nuevas políticas de estado. La conferencia la presidió el Presidente de la Fundación con el Director como asesor de reportes. El Presidente comunicó a la comunidad científica y a los líderes mundiales los resultados con todos los detalles. Dos horas después se liberaron alrededor de 15:000 presos políticos en todo el continente asiático y un centenar de científicos fueron absueltos en distintos puntos del planeta. Tres presidentes europeos debieron presentar sus renuncias y legisladores de todo el orbe se excusaron de participar en las próximas rondas de negociación de la continuidad de las plantas energéticas basadas en la estructura iniciada por Hauzer hacía treinta años. Bustos de Hauzer fueron retirados de innumerables universidades y monopolios de todo el mundo.
Las imágenes encontradas en aquella pequeña casa de Cerro Grande había podido más que cualquier intriga en el medio del corazón del sistema. La aventura iniciada por Máximo Guidone había tenido su final feliz.
El Director miró a todos y con otra vez su displicente actitud de líder leyó un último tramo de las anotaciones de Grete Stern “…En Campo del Cielo conocí una toldería pilagá. El comandante de gendarmería de Las Lomitas me envió allí en camión con tres soldados; yo pagué la nafta. Los soldados tenían que averiguar si había indios en edad de presentarse al servicio militar. La escuela operaba en dos turnos: por la mañana, para los niños blancos, cuyos padres no querían mezclarlos con los chicos indios por el posible contagio de enfermedades; por la tarde el colegio recibía a los niños y jóvenes pilagás”.
El Director cerró su cuaderno, miró a todos y dijo: “…me veo obligado a cerrar este paseo con alguna conclusión que considero innecesaria pero que haré de todos modos. No estamos ante un nuevo orden ni mucho menos. Apenas es el inicio de un proceso que nos conduce a respetar nuestras creencias más allá de cualquier otra cosa. Lo digo de modo simple porque me tiene bastante cansado el tufillo científico que nos rodea desde hace tantos años. Los invito a nuevas expediciones al corazón del sistema, en una de esas podemos ganar otras batallas, total el mundo sigue colapsando y nadie nos pregunta un carajo”.
Fotografía Nº 56: Anotación en grafito. Todo el grupo de la Expedición a Cerro Grande frente a la Cabaña. Puede observarse la risa de los italianos y el aire aun ensimismado de Pierre el francés. A la derecha el Director luce su sombrero de ala caída y su manojo de fotos bajo el brazo. Aquel ecléctico grupo provocó el gran cambio en Occidente al viajar hacia ellos mismos. Instancia posible casi en cualquier viaje pero hay que estar dispuesto.
Jan Kislo – Oberá – Octubre de 2009
Referencias bibliográficas:
• Textos de Grete Stern obtenidos en la web: http://proa.arkham.com.ar/exhibiciones/pasadas/chaco/stern.html
• Textos sobre Exotismo en la web: http://es.wikipedia.org/wiki/Exotismo
• Texto: Pulpfictions del Indigenismo de Alcida Rita Ramos.
• Entrevista a Levi-Strauss en la web: http://palimpsestovirtual.blogspot.com/2008/07/entrevista-lvi-strauss.html
• Nota en Diario Clarín a Levi-Strauss en la web: http://www.clarin.com/diario/2005/05/22/sociedad/s-05215.htm
• Nota en Revista “Ñ” en la web: http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2008/05/24/01678675.html
Nota: Texto producido en el contexto del curso «El Arte de Exotizar al Otro. La imagen del indígena latinoamericano a través de la fotografía: prácticas históricas y reactualizaciones contemporáneas». Facultad de Arte y Diseño | UNAM. Disertante: Dra. Mariana Giordano
Fotografía: Mariana Oeyen / En la imagen el Pai Castillo cuidador del Balneario del Chapá (Colonia Alvear, Misiones).