Texto producido junto a Daniela Pasquet y María Blanca Iturralde para el libro «Simultaneidades y Otras Yerbas». Editores: Patricia Hakim / Leo Ramos. Instituto de Cultura. Provincia de Chaco.
S/T - Arte contemporáneo en Misiones
S/T
“Porque ser artista es mudarse a un barrio donde el sentido nunca está asegurado, ni se alcanza esa condición sólo a través de una práctica repetida hasta dominarla “con maestría” según los preceptos de una academia situada fuera de la historia, a fuerza de ignorancia y preconceptos. Construir un discurso artístico propio demanda el esfuerzo de sostener un pensar inestable”. Francisco Ali Brouchoud.
Escribir un texto sobre esas “otras yerbas” que habitaron y habitan Misiones, la provincia yerbatera por excelencia no es tarea sencilla, desde el mismo momento que uno ha de ir entendiendo a “lo otro” como la construcción de un territorio común posible e inaprensible para el hacer artístico.
Aquellos escribas de la historia misionera dieron cuenta del deseo o necesidad de construir una identidad propia, posible de ser reconocida como única, univoca y verdadera. Primaba el modo de lo igual, de lo idéntico, posiblemente por dar cuenta que sobreabundaba lo diverso, la impermanencia de las fronteras, sus tránsitos transfronterizos. La mirada estaba puesta en el afuera, en aquellos espacios centrales donde todo parecía ser más verdad.
A fines de la década de los ’90 el término “contemporáneo” ingresó a las prácticas del arte provincial de la mano de espacios de confrontación, discusión e intercambio que supuso la experiencia de las llamadas clínicas de arte. La Fundación Antorchas en conjunto primero con la Fundación para la Amistad Americana y luego con la Universidad Nacional de Misiones (UNaM), marcó el precedente en relación a estas experiencias grupales.
Estos encuentros supieron enriquecerse con las producciones de los representantes locales, regionales (NEA) junto a profesionales de otras generaciones y vastos recorridos en el trabajo del ser artista. La existencia de una Facultad de Artes en Oberá y una carrera de artes en Posadas, propuso una base concentrada para aquellos intercambios.
Estas propuestas nuevas, de cómo confrontar el hacer en el arte, de cómo transitar ese otro mundo, marcaron el inicio del acontecimiento de lo inestable. La academia no vislumbraba el acto de la horizontalidad, el acto de la confrontación, el acto de la decepción como constructor de una idea. Esta pérdida de certezas y el reencuentro con la propia obra intervenida por los otros incorporaba tantas capas de subjetividades como ese hacer colectivo lo permitía. El dejarse atravesar por las derivas de las interpretaciones permitió provocar ese (re)presentar barthesiano crítico, inestable e ideológico a igual tiempo.
Se produjo, así, una aceleración en los tiempos de actualización que cada artista llevaba adelante de modo rústico, variable, errático. Los procesos desatados generaron el cambio abrupto de los paradigmas visuales. La resistencia a este proceso generó una clara división de fuerzas. Las viejas entidades legitimadoras perdieron el rumbo y cuanto más cerradas fueron las posturas más lejos quedaron de la posibilidad de actualizar el discurso y sobre todo, la mirada. No hubo estructura que quedara indemne al temblor de lo expansivo de aquellos encuentros. La movilización fue positiva, dio inicio a la construcción de un discurso artístico propio, riesgoso para las hegemonías visuales, riesgoso para aquello dado “naturalmente”.
En el año 2000, la creación del MAC UNaM, Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad Nacional de Misiones, marcó un tiempo de movilizaciones y cruces en el campo del arte contemporáneo. El MAC UNaM se constituyó en el primer espacio provincial donde el arte sintió que vivía. Allí no solo se plasmaron muestras de igual nivel que los grandes centros nacionales, sino que el abordaje de cada experiencia era de manera articulada. Se cuidaban desde los textos intervinientes hasta la gráfica de los catálogos; las actividades ligadas incluían charlas y debates buscando que cada experiencia fuera modificadora, estableciendo para ello un enfoque educativo del hacer de los espacios de arte en relación a lo social.
Esto, así como el desarrollo de las anteriores clínicas de Antorchas, fue una iniciativa impulsada y gestada por los propios artistas, entendiendo la necesidad de intervenir en el propio contexto proponiéndose modificarlo, dándole visibilidad y proyección al arte contemporáneo en la provincia. Este espacio formativo no formal, o alternativo, extensivo dentro de la Universidad, como muchos otros que fueron creándose en simultáneo y posteriormente por fuera de la Academia, generaron las presiones para la existencia de apoyos aislados por parte del estado y sectores privados como fomento al estímulo de la creación artística.
Al hoy, los perfiles que se visualizan nos muestran a grupos independientes, colectivos de autogestión de artistas e intelectuales que trabajan en redes con otros grupos en distintos puntos del país. Así como decíamos que la academia no se permitió vislumbrar nuevos modos de “estar” en arte, pues, del mismo modo las instituciones legitimadoras (museos, centros culturales, sectores de culturaprovinciales, municipales, salas de exposiciones, etc) tampoco han sabido ajustar los marcos de interacción transformándose en muchos casos en máquinas de impedir, ello conlleva hoy a la necesidad de los artistas de moverse en espacios alternativos, ya no de legitimación sino de profundización de estrategias y así impulsar un modo menos traumático, más fluido y a modo de vertiente de pensar/hacer/mostrar arte.
Si en los años noventa el artista de la región (y trabajando desde la región) tenía la certeza de que la búsqueda pasaba por evitar el impacto directo del contexto en la obra donde la imaginería se colaba buscando aplausos que nunca llegaron, en la actualidad, el panorama es de excitación hacia una construcción ¿feliz? de los alrededores del arte. El artista de la región escribe sus textos, analiza obra propia y ajena, conecta con el mundo lejano, advierte que la realidad no es lo que se instala como realidad. Entiende que debe construirla a fuerza de navegar con y en su propio contexto, y sabe que debe salir a confrontarla a los circuitos globales.
En el río inestable, más que enormes barcazas cargadas de certezas abundan unas pequeñas y solitarias canoas que transportan su jugo al ritmo del río y nada del ritmo propio.
Cuando el río comienza a detenerse contra el muro infranqueable de las represas, cuando los montes naturales son arrasados a cambio de forestaciones incómodas, cuando el ADN de zonas extensas comienza a estar invadido de glifosato, es justo ahí, cuando se establece el punto de inicio de una nueva pauta de acción y que pasa por andar desde la provincia y no desde el eco de la provincia.
En el arte contemporáneo la falta de restricciones, de precisiones, de una guía, es lo que permite el no fundamentar, el no dogma. El caos convive con la diferencia, aquello que hoy se dibuja en soledad, mañana es una obra realizada en red e intervenida en espacios públicos para luego ser borroneada. Instalaciones, performances, arte efímero, video arte, net art, pinturas, grabados, esculturas, happenings, conviven. El horizonte en el hacer del arte no es próximo, es inabordable y nos moviliza a alcanzarlo.
Posiblemente ese tambaleo de nuestro propio lugar social, político y económico en lo que refiere al tiempo y espacio de la cultura ha sido y es un escenario propicio para la producción sin interruptus. Tal vez, esa incertidumbre sea relacionable con el abismo de la falta y es a partir de ella, como dice Francisco, donde iniciamos la construcción de ese pensar inestable, el mismo que nos provoca el narrar nuestras contingencias, dando cuenta que ese constructo del ser artista convive con la búsqueda de significados, poniendo en riesgo la cristalización de la mirada, un riesgo moderno que cohabita con el dudar en permanencia de la contemporaneidad.
María Blanca Iturralde / Daniela Pasquet / Jan Kislo
Misiones, Octubre 2011.